miércoles, 25 de enero de 2012

Los fiscalizadores

Los primeros días de Gran Hermano son días llenos de curiosidad, de intriga. Tenemos sobre el tablero todas las fichas, revueltas, sin saber qué es cada una. Siempre comparé este concurso con una partida de ajedrez, con una peculiaridad: el concursante no sabe si es un peón, una torre o el mismo rey. Eso solo lo sabemos aquí afuera, que los vigilamos y podemos comprender a qué parte del juego corresponde cada concursante… Salvo en esos primeros días. Todavía es pronto para poder vaticinar algo certero, pero algunas sombras y luces ya nos pueden ayudar a ver un poco.
Los primeros días de GH12+1 están discurriendo con una tranquilidad y con una complicidad a la que ya no estamos tan acostumbrados. En las últimas ediciones no tardaron en lanzarse los platos a la cabeza. Pero, pese a lo que  parece un buenrollismo atípico, las primeras puñaladas parecen empezar gestándose  como un buen caldo, a fuego lento, y que seguramente, tras la gala del jueves, terminen por dar sus frutos.
La casa ya ha empezado a dividirse en varios grupos, por mucho que hablasen de permanecer juntos, de quererse y de hacer de esto, la casa de la pradera con cura incluido. Al final, las personalidades son más afines unas que otras y eso, queramos o no, provoca esa división. En realidad no debe ser condenable que cada uno de ellos prefiera estar con unos a estar con otros. La edad, las vivencias que tengan, las inquietudes que les mueve hacen que esto suceda. Y que se dividan en grupos no implica que no puedan convivir.
El problema llega cuando uno de esos grupos intenta fiscalizar a los demás. Normalmente suele ser el grupo mayoritario, que aprovecha la ventaja numérica para imponer al resto las normas que desean que se establezcan, aunque este año, y ante una casa que se ha disgregado en varios grupos, el grupo fiscalizador no es tan numérico ni tan poderoso. En realidad son pocos: Zulema, la mística operada; David, el bombero frustrado; Ochoa, la riojana y Juan, el cura que va de moderno. Probablemente este último sea el más neutral de los cuatro, o a lo mejor el más listo que no quiere perder ripio a los demás , pero lo que se percibe desde el otro lado de la pantalla es que los cuatro parecen querer controlar al resto. Sobre todo lo que hacen ciertas personas.
Los fiscalizadores de este año han fijado sus objetivos de cara a las nominaciones del próximo jueves justo con las personas que, presumiblemente, y bajo su errónea percepción, son más débiles: Sindia, Pepe, Azucena y Hugo. Controlan todos sus movimientos y critican lo que hagan. Da igual si es bueno o malo, si lo que critican de Sindia es justo lo contario que les molesta de Pepe. Lo importante es sacar punta a todo para intentar que traspase por la pantalla su incomodidad con estas personas y la hagamos nuestra.
De Sindia les molesta que sea alegre, que sea pizpireta, que se ría por todo, que no le moleste nada y hasta que haya tenido el atrevimiento de reírse de ellos con eso de las trillizas. ¡¿Cómo se atreve la mondarina a tal cosa?!  Mientras que de Pepe les molesta justo lo contrario: que sea más prudente, que se moleste cuando bromean sobre si es un travesti o que duerma. Si duerme o no es problema suyo mientras cumpla con sus responsabilidades. El tiempo que decide dormir hace que pierda conversaciones y juegos, que lo aleje del grupo… No hay necesidad de castigarlo porque la lógica grupal se impondrá si él no cuida las relaciones con el resto. No es necesario el acoso y derribo contra él.
Lo de Azucena y Hugo es otro cantar. Azu porque, en realidad ella misma ha optado por aislarse. Salvo las veces que ha meditado con Zule y las conversaciones con Mary Joy, Azu no ha querido reclamar su protagonismo. Dice que no encaja, que no hay gente que sea afín a ella… hasta dice que quiere irse ¿Para eso tanto casting? Y esa actitud es compresible que sea censurable, ya no solo por los fiscalizadores de la casa, sino por todos. Hasta por la propia audiencia.
Por último tienen a Hugo. Lo de Hugo es más complicado porque ellos perciben que el muchacho tiene carisma. Ellos la sienten y temen que esa carisma natural traspase la pantalla y llegue a nosotros sin que tenga que esforzarse lo más mínimo, y eso a ellos, que sí se están esforzando por caer bien, les machaca. La sola idea de que Hugo caiga bien y ellos mal, les lleva por la calle de la amargura. No obstante, ese miedo será lo que les impida que se enfrenten a  él. Preferirán que sea otro quien les haga el trabajo sucio, pinchando con sutileza al resto de la casa.
El mayor error de los fiscalizadores, que tanto hablan de ir por delante y luego hacen trajes por detrás, o que defienden sus virtudes exaltando los defectos que ven en el resto, es que al final, esa desesperación por querer quitarse del medio a los objetivos fijados será lo que finalmente se vuelva en su contra… Se está arriesgando a quemarse, impidiendo que esas otras cualidades que sí que tienen no se valoren. Al final son simplemente los fiscalizadores, y en una historia donde siempre necesitamos de nuestros buenos y nuestros malos, sabemos qué rol  ocupan ellos.
El resto de la casa orbita dentro del ambiente relajado que es innegable que todavía tienen, relajados porque confían en que este jueves solo deban enfrentarse a las nominaciones. Sin embargo, salvo error, Mercedes Milá nos adelantó en la primera gala que uno deberá irse para que entre un nuevo más uno. No hay nadie nominado por lo que no sabemos cómo se procederá a esa expulsión. Sea quien sea, y esperando que la decisión sea, como siempre, nuestra tal vez deberíamos dejarnos de buenos y malos y tomar esta primera decisión basándonos en qué está aportando cada uno de ellos al juego. En las historias hacen falta héroes como villanos… tal vez, lo que nos sobra son muebles.

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