Los
primeros días de Gran Hermano son días llenos de curiosidad, de intriga.
Tenemos sobre el tablero todas las fichas, revueltas, sin saber qué es cada
una. Siempre comparé este concurso con una partida de ajedrez, con una
peculiaridad: el concursante no sabe si es un peón, una torre o el mismo rey.
Eso solo lo sabemos aquí afuera, que los vigilamos y podemos comprender a qué
parte del juego corresponde cada concursante… Salvo en esos primeros días.
Todavía es pronto para poder vaticinar algo certero, pero algunas sombras y luces
ya nos pueden ayudar a ver un poco.
Los
primeros días de GH12+1 están discurriendo con una tranquilidad y con una
complicidad a la que ya no estamos tan acostumbrados. En las últimas ediciones
no tardaron en lanzarse los platos a la cabeza. Pero, pese a lo que parece un buenrollismo atípico, las primeras
puñaladas parecen empezar gestándose como un buen caldo, a fuego lento, y que
seguramente, tras la gala del jueves, terminen por dar sus frutos.
La casa
ya ha empezado a dividirse en varios grupos, por mucho que hablasen de
permanecer juntos, de quererse y de hacer de esto, la casa de la pradera con
cura incluido. Al final, las personalidades son más afines unas que otras y
eso, queramos o no, provoca esa división. En realidad no debe ser condenable
que cada uno de ellos prefiera estar con unos a estar con otros. La edad, las
vivencias que tengan, las inquietudes que les mueve hacen que esto suceda. Y
que se dividan en grupos no implica que no puedan convivir.
El
problema llega cuando uno de esos grupos intenta fiscalizar a los demás.
Normalmente suele ser el grupo mayoritario, que aprovecha la ventaja numérica
para imponer al resto las normas que desean que se establezcan, aunque este
año, y ante una casa que se ha disgregado en varios grupos, el grupo
fiscalizador no es tan numérico ni tan poderoso. En realidad son pocos: Zulema,
la mística operada; David, el bombero frustrado; Ochoa, la riojana y Juan, el
cura que va de moderno. Probablemente este último sea el más neutral de los
cuatro, o a lo mejor el más listo que no quiere perder ripio a los demás , pero
lo que se percibe desde el otro lado de la pantalla es que los cuatro parecen
querer controlar al resto. Sobre todo lo que hacen ciertas personas.
Los
fiscalizadores de este año han fijado sus objetivos de cara a las nominaciones
del próximo jueves justo con las personas que, presumiblemente, y bajo su
errónea percepción, son más débiles: Sindia, Pepe, Azucena y Hugo. Controlan
todos sus movimientos y critican lo que hagan. Da igual si es bueno o malo, si
lo que critican de Sindia es justo lo contario que les molesta de Pepe. Lo importante
es sacar punta a todo para intentar que traspase por la pantalla su incomodidad
con estas personas y la hagamos nuestra.
De
Sindia les molesta que sea alegre, que sea pizpireta, que se ría por todo, que
no le moleste nada y hasta que haya tenido el atrevimiento de reírse de ellos
con eso de las trillizas. ¡¿Cómo se atreve la mondarina a tal cosa?! Mientras que de Pepe les molesta justo lo contrario:
que sea más prudente, que se moleste cuando bromean sobre si es un travesti o
que duerma. Si duerme o no es problema suyo mientras cumpla con sus
responsabilidades. El tiempo que decide dormir hace que pierda conversaciones y
juegos, que lo aleje del grupo… No hay necesidad de castigarlo porque la lógica
grupal se impondrá si él no cuida las relaciones con el resto. No es necesario
el acoso y derribo contra él.
Lo de
Azucena y Hugo es otro cantar. Azu porque, en realidad ella misma ha optado por
aislarse. Salvo las veces que ha meditado con Zule y las conversaciones con
Mary Joy, Azu no ha querido reclamar su protagonismo. Dice que no encaja, que
no hay gente que sea afín a ella… hasta dice que quiere irse ¿Para eso tanto
casting? Y esa actitud es compresible que sea censurable, ya no solo por los
fiscalizadores de la casa, sino por todos. Hasta por la propia audiencia.
Por
último tienen a Hugo. Lo de Hugo es más complicado porque ellos perciben que el
muchacho tiene carisma. Ellos la sienten y temen que esa carisma natural
traspase la pantalla y llegue a nosotros sin que tenga que esforzarse lo más
mínimo, y eso a ellos, que sí se están esforzando por caer bien, les machaca.
La sola idea de que Hugo caiga bien y ellos mal, les lleva por la calle de la
amargura. No obstante, ese miedo será lo que les impida que se enfrenten a él. Preferirán que sea otro quien les haga el
trabajo sucio, pinchando con sutileza al resto de la casa.
El
mayor error de los fiscalizadores, que tanto hablan de ir por delante y luego
hacen trajes por detrás, o que defienden sus virtudes exaltando los defectos
que ven en el resto, es que al final, esa desesperación por querer quitarse del
medio a los objetivos fijados será lo que finalmente se vuelva en su contra… Se
está arriesgando a quemarse, impidiendo que esas otras cualidades que sí que
tienen no se valoren. Al final son simplemente los fiscalizadores, y en una
historia donde siempre necesitamos de nuestros buenos y nuestros malos, sabemos
qué rol ocupan ellos.
El
resto de la casa orbita dentro del ambiente relajado que es innegable que
todavía tienen, relajados porque confían en que este jueves solo deban
enfrentarse a las nominaciones. Sin embargo, salvo error, Mercedes Milá nos
adelantó en la primera gala que uno deberá irse para que entre un nuevo más
uno. No hay nadie nominado por lo que no sabemos cómo se procederá a esa expulsión.
Sea quien sea, y esperando que la decisión sea, como siempre, nuestra tal vez
deberíamos dejarnos de buenos y malos y tomar esta primera decisión basándonos
en qué está aportando cada uno de ellos al juego. En las historias hacen falta
héroes como villanos… tal vez, lo que nos sobra son muebles.
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